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Entrevistas

Sebastián Sichel fuego cruzado

15 enero, 2021

ESTA ENTREVISTA SE HIZO EN DOS PARTES: ANTES Y DESPUÉS DE LA SEVERA DECONSTRUCCIÓN QUE EVELYN MATTHEI HIZO DEL CANDIDATO EN EL MOSTRADOR. EN CONVERSACIÓN CON KIKE MUJICA, PERIODISTA Y PANELISTA DE TELE13 RADIO Y DEL PROGRAMA MESA CENTRAL (CANAL 13), SICHEL RESPONDE A LA ALCALDESA, DEFIENDE LO QUE CONSIDERA ES SU DERECHO A RELATAR SU BIOGRAFÍA, SE REFIERE CON DUREZA A SUS EX ALIADOS ANDRÉS VELASCO Y CLAUDIO ORREGO, VE CON DESCONFIANZA LOS ALCANCES DE LA CANDIDATURA DE PAULA NARVÁEZ Y DESMENUZA LOS DOLORES DE LAS ELITES DE LADO Y LADO.


Por Kike Mujica   Fotos: Angel Esquerre

“Ella (Matthei) ha contado su vida, ha mostrado su casa, la hemos visto con su papá, ex miembro de la junta militar, y conocemos las fotos que sube desde cuando era niña. Para ella, hablar de su vida es algo natural.  Pero contar una historia familiar normal, o de pobreza, es ventilar algo privado. De hecho, hace unos días había leído una entrevista en que mostraba su casa, su perro, su piano, sus fotos familiares. Algo no cuadra: para ella es normal ‘contar’ lo suyo, pero y lo mío es ‘ventilar’”.

30 años.
Edad clave en su biografía, dice Sebastián Sichel, trece años después.

2007.
Ya era abogado. De la UC. Primer profesional de la familia, recalca.
Había muerto hace poco su abuelo que fue “mi padre protector”. Tras pololear siete años y romper, había conocido a su actual mujer, la periodista Bárbara Encina.

LA CONSTRUCCIÓN DE SICHEL

“Mi madre tenía problemas siquiátricos. Más que madre, la adoro, era como una hermana que cuidar”, recuerda. Concluyó Sichel por esos días que no quería “vivir de la política profesional, entonces presenté un proyecto comunicacional: El Dínamo (de propiedad de Juan José Santa Cruz, entre otros) y abrí una oficina de abogados”.
Y decidió buscar a su padre.
Hasta ese momento Sichel no era Sichel. Era Iglesias. A los 14 años le contaron que el señor Iglesias no era su padre biológico. “Y que existía otro señor llamado Antonio Sichel, que andaba por ahí, que sí lo era”.
16 años después de esa noticia, el actual candidato presidencial independiente en la primaria de Chile Vamos fue tras las señales de su progenitor. El verdadero.

¿Tuviste padre por diez años por lo que leído en entrevistas?
Nació un nuevo padre cuando yo tenía 30 y murió cuando cumplí 40. Nació este nuevo padre que era Antonio Sichel. Fue una historia preciosa. No sólo nos conocimos, sino que fuimos amigos, pasamos mucho tiempo juntos, fue el abuelo de mis primeros dos hijos (tiene tres).

¿Y pasaste de Iglesias a Sichel?
Fue una decisión drástica. Porque cuando uno es abogado y tiene 33 años y ha construido una carrera, una vida, pensar en cambiarse el apellido es como partir de cero. Y bueno, hay que dar explicaciones.

¿Qué te dijo el señor Iglesias?
El señor Iglesias desapareció cuando yo tenía 14.

¿Nunca más lo viste?
Aparecía cada cierto tiempo. Ahora apareció de nuevo. Es un gallo bien vividor que cuando decidieron contarme la verdad, a los 14, se escondió para no meterse en enredos.

¿Cómo fue tu relación con los Sichel?
Decidí reconstruir la historia, recuperar esa familia. Fue una historia muy bonita que dura hasta hoy. Él murió, pero me quedé con mis hermanos, porque tenía hijos de otros dos matrimonios. Hoy son mis hermanos –colorines y morenos– y nos vemos mucho. Tengo cuatro de sangre, una por adopción de Toño, y conmigo somos seis. Soy el mayor.

¿Y tu madre?
También tuve que reconstruir esa historia. A ella le descubrí –a los 30 ó poquito más– que su problema no eran las adicciones, sino que era un problema psiquiátrico. Decidí tenerle acompañamiento médico hasta hoy. Esta súper bien. Tuve la oportunidad de comprarle una casa en La Cruz, en una villa, en una población en realidad. Está muy tranquila. Se estabilizó.

La madre lo abandonó cuando cursaba cuarto medio en el Liceo Alexander Fleming. Se fue con su hermana Danya –“creo que es la única persona en el mundo que se llama así” –, acota. El quedó sólo en una mediagua al fondo de una casa en Colón Oriente. “La familia de mi amigo Dago, que me permitió vivir ahí, tenía delante de la casa una vulcanización”. Dio la Prueba de Aptitud Académica y fue uno de los dos o tres de su curso que entró a la universidad. Postuló a Derecho en la Católica.

¿Por qué la UC y no en la Chile?
Porque me dieron una beca para toda la carrera.

Sólo, sin padre ni madre, debió trabajar, congelar el tercer año de carrera, pedirle alojamiento a una polola. Comenzó a militar en la DC (ahí estuvo casi diez años) gracias al nexo con Claudio Orrego y se tituló de abogado. Trabajo en los gobiernos de la Concertación (en Sernatur en los tiempos de Lagos); fue dos veces candidato a diputado. Tiene tres tatuajes bien vistosos y es posible sea el primer candidato presidencial de la derecha tatuado, aunque tal vez Felipe Kast también tenga uno. No tiene problemas en tomarse un vino con Phillip, su compañero de colegio y amigo de toda la vida, o con el dueño de la viña que llena su copa de Concha y Toro, Rafael Guilisasti, uno de los empresarios que busca llevarlo a La Moneda.

Ese es Sichel en el relato de Sichel.

“Tengo la mejor opinión de ella (Paula Narváez), pero creo que ella le gusta más a los partidos que al ciudadano de Conchalí. Y está por verse si representa algo para ese ciudadano. Aún no ha entrado a la cancha y, por ahora, es un fenómeno más de los medios de comunicación que masivo”.

Revisa la entrevista hojeable pinchando la portada

FUEGO CRUZADO CON MATTHEI

“El relato de que él viene de un sector popular es así, pero hay mucha gente con la que trabajo que también tiene una historia de vida similar, y no lo andan difundiendo a los cuatro vientos. Lo único que quiero decir es desde cuándo Sebastián Sichel tiene un buen pasar. La respuesta es: desde hace mucho tiempo… Ahora bien, ¿qué prima en Sichel? ¿Ese pasado de su infancia o el pasado más reciente de lobbista o sus actuales compañeros de ruta…?
Evelyn Matthei, El Mostrador, 13 de enero 2021

Hace algún tiempo, Marco Enríquez-Ominami –ex postulante a la presidencia–me dijo que “la biografía de un candidato es todo”. Recuerdo que por esos días Obama era el espejo. Todos querían ser Obama. O hagiografías en clave pop. Cualquier político con aspiraciones, o ambiciones, sabe hoy que sin storytelling no hay ícono deseado posible. Cuéntame una historia y votaré por ti. Guste o no guste, verdad a rajatabla.
Le pregunté a varios políticos y periodistas qué piensan de Sebastián Sichel. Entre sus atributos: juventud, talento político, self made man, ambición, aire nuevo para una derecha estigmatizada por su confinamiento social en las tres comunas de siempre. 
Entre sus defectos, dos sin contrapeso: estrujar su biografía de esfuerzos para ganar votos –el negrito de Harvard o el anti Don Draper– y que sea un Zelig, dicho de manera elegante, citando al personaje de Woody Allen, o un camaleón de aquellos.
Una ex dirigente de la Concertación me dijo: “Prefiero no hablar de él, lo conozco mucho, pero estoy muy cruzada con su giro político. No me hace sentido”.
Entonces lo dicho en El Mostrador por su rival en las primarias, la alcaldesa Evelyn Matthei, es lo que muchos piensan, pero que pocos se atreven a decir.
Le pregunte a un acérrimo crítico de Sichel: Si no tuviera los ojos claros, fuera chico y no hubiera pasado por Derecho en la UC, ¿sería más creíble?
“No, sería lo mismo”, respondió.
Muchos del entorno de Sichel dicen que esa coma sobra. 

¿Por qué decidiste contar una historia personal tan íntima
Porque decidí reconstruir mi vida de abandonos permanentes.

Muchos sospechan que lo hiciste para favorecer tu carrera política, sobre todo ahora que ser parte de la elite es una mancha en el currículo y no serlo una novedad de mérito.
Es graciosa la cultura de la elite chilena: sentencia que hay historias que se pueden y se deben contar. De hecho, hace unos días, en Emol, un dirigente que asumía en el equipo de otra campaña presidencial decía: “no es un aparecido. Es primo del Ministro X y sobrino del diputado Y”.

Tu crítica es, entonces, que hay algunas historias que la elite decide que merecen ser contadas y que otras no.
Sí. De hecho, todos conocemos las historias de los padres y de las madres de los dos últimos presidentes de la república. Y las escuchamos de los relatos que surgen de ellos y de muchos otros.

Matthei dice que no hay para qué contar estas biografías a los cuatro vientos.
Hace unos días vimos el epítome de esto, cuando ella expresó que yo “ventilaba mi historia”. A ver: ella ha contado su vida, ha mostrado su casa, la hemos visto con su papá, ex miembro de la junta militar, y conocemos las fotos que sube desde cuando era niña. Para ella, hablar de su vida es algo natural.  Pero contar una historia familiar normal, o de pobreza, es ventilar algo privado. De hecho, hace unos días había leído una entrevista en que mostraba su casa, su perro, su piano, sus fotos familiares. Algo no cuadra: para ella es normal “contar” lo suyo, pero y lo mío es “ventilar”. Me encantaría que muchas más historias normales se contaran. Sin pudor. Y que no avergonzaran a nadie. Pero eso pasa por romper el pudor de quienes todavía creen que hay historias contables y otras que no; que hay cosas que debemos esconder debajo de la alfombra y dejarlas para la caridad o para el discurso de la elite. Lo cuento porque puedo, igual que ella, que siempre ha podido contar su historia.

Tu familia, ¿qué piensa cuando abres puertas tan privadas?
Está orgullosa. Profundamente. Es su historia. Y no se avergüenzan. Quizás la pregunta para quienes se avergüenzan debiese ser: ¿qué es lo que los incomoda?

¿Por qué rompiste con Velasco?

No se puede vivir en el camino propio eternamente. Eso es un error en política, ya que contribuye a la atomización. “Nadie es tan bueno como yo, nadie es tan perfecto como yo, nadie piensa exactamente lo mismo que yo”. La política se llena de caminos propios y lo que genera es ingobernabilidad, es caudillismo.

ANDRÉS VELASCO Y LA FRONDA POLÍTICA

“Sichel es una persona que nunca me ha llamado la atención y es un enigma que pueda ser un factor en la política: no veo atributos interesantes en él. Además, es lábil e inestable en política: pasó de Claudio Orrego a Andrés Velasco con estridencia por los diarios, lo que refleja un déficit en habilidades blandas, ya que no es creíble que siempre sean otros los equivocados y no él. Habrá que ver en qué termina en Chile Vamos, aunque no le veo ningún futuro”.
Alfredo Joignant

Ex aliados tuyos, como Claudio Orrego y Andrés Velasco, sostenían que mientras la centroderecha siguiera anclada a sectores que fueron cercanos a Pinochet no era posible cruzar la frontera de las alianzas. ¿Tú saltas esa frontera y hoy te cambias de barrio?
Probablemente, porque por la edad que tengo, lo que me define en política es lo que pasará en los próximos treinta años y no lo que pasó en los últimos treinta. Pienso mucho más en el bienestar de mi hijo que en lo que pasó con mis abuelos. Entonces, si bien siento que el mundo pinochetista es insalvable, creo que hay muy pocos que se definen así políticamente. Hace veinte años había gente de la derecha que era antidemocrática y hoy cuesta mucho encontrar gente de derecha que no crea en la democracia o que diga “tenemos que volver a la democracia protegida”.

¿No te da tirria que, si llegas a la papeleta, el diputado Urrutia vote por ti? ¿O que tengas que pedirle el voto?
Depende: si logro que la centroderecha moderna tenga una visión más parecida a la que represento, y que esa sea mayoritaria, no tengo ningún complejo. Mi duda es al revés. Si la derecha tiene una regresión y vuelve a esa mirada autoritaria del país y yo tuviera que votar por ellos, me costaría hacerlo. Tengo la sensación de que esta cultura liberal, democrática, de centro, es mayoritaria en la centroderecha. O sea, durante los tres años en el gobierno de Piñera, nunca me sentí incómodo. Es lo mismo que me pasó cuando fui concertacionista: sí, existía un PS-Almeyda que no creía en la democracia, pero eran minoría. Quienes adheríamos al reformismo, a la mirada de centro, al aylwinismo, éramos mayoritarios y, por lo tanto, aceptábamos y tolerábamos esa diversidad. 

Fueron mayoría al final.
Exacto.

¿Por qué rompiste con Velasco?
No se puede vivir en el camino propio eternamente. Eso es un error en política, ya que contribuye a la atomización. “Nadie es tan bueno como yo, nadie es tan perfecto como yo, nadie piensa exactamente lo mismo que yo”. La política se llena de caminos propios y lo que genera es ingobernabilidad, es caudillismo.

¿Por qué Velasco, por ahora, no ha llegado a la presidencia?
Para llegar hay que pensar no sólo en lo individual, sino que también en lo colectivo. A Andrés, siendo un intelectual bien importante, le falta una dimensión de la política: construir sentido colectivo. Cuando me preguntan “¿a quién admiras?”, digo Bernardo Leighton más que Eduardo Frei. O, con todas las diferencias ideológicas que tengo, más a Jaime Guzmán que a Joaquín Lavín. Andrés siempre ha priorizado más su carrera que construir proyectos colectivos. 

¿Crees que todavía tiene ganas?
Yo creo que a Andrés de chiquitito le dijeron que tenía que ser Presidente de Chile, algo que a mí nunca me dijeron. A él le servían desayuno y le decían: “sea Presidente de Chile”. A mí me servían desayuno y me decían: “termina el colegio”.

Orrego fue otro que desertó de la carrera presidencial, al menos momentáneamente.
Es la misma situación. Vuelvo a la idea: no tengo ninguna obsesión personal con ser Presidente de Chile. Me encantaría, pero no tengo esa obsesión y no me voy a morir en esto. Muchos de ellos creen que es el único objetivo en la política.

¿Por qué peleaste con Orrego?
Trabajé hasta la primaria con Orrego. Después tuvimos diferencias personales bien profundas.

¿Lo han hablado?
Sí, nos hemos encontrado. Más que pelear, tuvimos diferencias en dos cosas: uno, en la tesis del candidato DC sí o sí yo creía que la DC tenía que apoyar a Velasco —, y su decisión de apoyar a otro candidato en Peñalolén… 

A diputado…
Sí, era su mejor amigo y lo apoyó a pesar de que tuvimos otra conversación antes.

Estuviste con los dos: Orrego y Velasco. Fronda política, sin ser peyorativo. ¿Qué aprendiste, lo bueno y lo malo, de esa fronda?
El sentido de lo público de ambos. Ellos y varios de la fronda tienen un sentido de lo público bien de fondo.

¿Les importa las cosas que pasan?
Les importa las cosas que pasan.

¿Y cuánto pueden influir en que las cosas pasan?
Hay un tipo de fronda que siente una responsabilidad por el país bien grande. A Felipe Kast lo incluyo en eso. Gallos que tienen un sentido del país bien profundo. Lo malo es que, como toda fronda, siente que los “elegidos” deben ser los que nacieron en la fronda y muchas veces miran con desconfianza todo lo que está fuera de ese mundo. Kast, Velasco y Orrego, los tres son hijos de grandes políticos de fuste. Pero cuando uno es heredero, muchas veces es menos iconoclasta de lo que tiene que ser, menos rebelde, está más marcado por la historia. O sea, la gran pregunta es si ellos estarían donde están si no fueran hijos de. No me refiero a la posición política donde están; han llegado con claros méritos. Pienso en lo ideológico, en los pactos en que están, si no hubieran sido hijos de demócratacristianos o hijos de…

¿Hubieran vivido en otros barrios políticos, según tú?
Sí. Totalmente.

¿Por eso tu mudanza?
Con quien hago política tiene que ver con lo que creo y no con la familia ni la clase ni la casta a la que pertenezco. Soy libre. Cuando me sentí incómodo en la Nueva Mayoría, me fui. A ellos les costaba mucho más renunciar porque había parientes, hermanos, primos, se habían casado entre ellos, vivían en el mismo barrio y me lo decían: “oye, pero si yo conozco a Nacho Walker de chico, jugaba a la pelota con él”. Yo tenía la libertad de decir “lo conocí a los 27, a los 30, me importa un bledo”. Churchill dijo una gran frase: “Yo puedo cambiar mi partido por mis principios, pero no mis principios por mi partido”.

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RODEADO DE ELITE

“Es una persona con muchas condiciones humanas, políticas y profesionales. Tiene una mente abierta, representa al Chile nuevo, actúa con libertad y con una fuerte convicción democrática y social. Es transparente en su forma de actuar. Por eso, sin buscarlo, se ha convertido en una de las figuras políticas con más futuro”
Juan José Santa Cruz

¿Cómo conversa tu biografía con estar rodeado de seguidores que son parte del 1% de la población?
Esto no es contra la elite, no es una rebelión de las masas contra la elite, como muchos postulan. Al revés: hay que fomentar una transformación cultural de la elite, que debe esforzarse por entender al país y ser protagonista de lo que viene.

Y esa elite que te rodea ¿está en eso?
Sí, están en esa conversación. La forma más explícita para entenderlo es que están dispuestos a apoyarme, sabiendo lo que pienso: he dicho que existe una elite poco responsable, con poca conciencia del país en que vive. Esto no es lucha de clases, es integración y que cohesión social.

Eso es bien lavinesco
Sí, pero lo de Lavín –no quiero pegarle a Joaquínes más formal. Yo busco algo más integral. No es construir un edificio en donde todos vivan juntos, es parte de eso, pero es mucho más que eso.

¿La elite es endogámica: siempre los mismos?
Sí, por eso yo difiero mucho de esta idea de gobierno de unidad nacional y que, poniendo a Insulza, a Soledad Alvear, a mí y a Joaquín Lavín, se arregla el problema político. Eso es más casta, sólo que con distinta visión ideológica. 

¿Entonces? 
Está bien escrito en El pasillo estrecho, el libro de Acemoglu y Robinson. Dicen: “una democracia debe ser capaz de hacer participar a alguien más que la elite en la toma de decisiones”. O sea, que en un gobierno de centroderecha no todos parezcan socios del Club de Golf Los Leones o que en uno de centroizquierda todos parezcan clientes de El Liguria. Tiene que ver con una ruptura cultural en que el poder también exista para aquellos que no nacieron en la casta.

¿Eres católico?
No.

Eutanasia, ¿sí o no?
Tengo conflictos con este tema. Existe el derecho a una muerte digna, pero los límites son bastante tenues para definir cuándo es una decisión individual y cuándo es una decisión desesperada. “Yo me mato porque no tengo con qué vivir” es muy distinto a si es una decisión voluntaria y libre.

¿Aborto a la argentina?
No. Con el aborto por las tres causales estamos absolutamente protegidos a lo que podría ser el 99% de los riesgos sociales. Avanzar más es innecesario en el país que estamos.

¿Matrimonio gay?
Sí.

¿Con adopción?
Sí, con adopción.

No ser católico, ¿no te perjudica con un sector de la elite que estás convocando para que voten por ti?
En las sociedades democráticas la derecha debería valorar esa diversidad. Es loco vivir en un país donde la elite es tan católica. Creo que el 90% de mis compañeros del liceo no era católico, en cambio en mi entorno de hoy el 90% lo es. Valoro mucho la libertad de culto.

Muchas de las opiniones que me has dado espantarán el voto evangélico de derecha.
Nunca diré algo distinto a lo que creo. Cuando uno ve mis atributos que más valoran los ciudadanos, es la confianza y no me voy a acomodar a las circunstancias del caso para tener unos votos más o uno votos menos.

Volvamos a la elite. 
Me da risa cuando digo “elite”, porque los de izquierda piensan como si yo estuviera hablando de la derecha. Elites de izquierdas y de derechas han sido súper soberbias en el diagnóstico del país en el que viven. Escuchaba a Fernando Atria decir: “Mira, lo que la gente dijo en octubre, o lo que la gente manifestó, son cambios al modelo…”. Pensé “chuta el gallo capo, sabe lo que dijeron todos los chilenos al mismo tiempo y en el mismo lugar”. Vivimos un gran conflicto que pesa sobre la elite: entender el país en el que vivimos. Están delirantes y polarizadas hasta el infinito. Paso por el Mañío y parece que estamos ad portas de Bahía Cochino y después voy a la casa del Dago a comerme una empanada el fin de semana en la Vulca y estamos en otro país. Dago tiene una foto de Pinochet y la foto de Aylwin y la foto de la Bachelet y me dice: “mire, lo que yo necesito es que se apuren con los permisos municipales para mi vulca”. 

NUEVA FRONTERA

“Sichel es el primer candidato que cruzó la frontera del Sí y el No: una persona que proviene del mundo de la centroizquierda y que aspira a ser candidato de la centroderecha. Es también un perfil que proviene de los matinales, que se hizo conocido explicándole la política social a la señora Juanita. Es moderado y su apuesta es el voto de centro e independiente, es decir, la mayoría de la gente. Plantea cambios, pero dentro del sistema, reivindica el país de los últimos 30 años, pero haciéndose cargo de los déficits. Tiene a su favor que no es militante, es afable y cercano. Su gran dificultad es que apuesta a ser candidato de un sector en el que no tiene arraigos históricos, en un momento en que la polarización se ha agudizado. Su gran desafío es romper el eje Lavín-Jadue, o Lavín-Jiles, que son expresiones del actual clima de confrontación. Esa es su principal dificultad. La otra es que fue parte de un gobierno que está muy desprestigiado y no es fácil tomar distancia y representar algo distinto. Tiene los atributos personales y la gran pregunta es si eso será suficiente para llenar el vacío que hoy existe en el Chile moderado y apolítico”
Max Colodro

¿En qué partido de Chile Vamos militarías si tuvieras que elegir? 
En ninguno por ahora.

Pero si tuvieses que elegir uno.
Esta idea de la militancia sesentera debería ir acabándose en Chile. Los partidos de cuadros son anticuados. Creo que en el futuro los partidos se transformarán en movimientos culturales. Hoy me costaría sumarme a un partido. Como ya milité tanto antes, esto es como casarse de nuevo después de un divorcio.

¿Por qué saliste de la DC?
Chuta, tuve diferencias profundas cuando dijeron que, per se, el lucro en la educación particular subvencionada era mala y yo me opuse y dije “perdón, yo esto lo voy a defender, no me voy a quedar callado.

¿Y armar un nuevo partido?
Tampoco sé si volvería a armar un partido. Creo que Chile Vamos posee la suficiente diversidad para no tener que armar otro. Valoro mucho la vocación social y popular de la UDI. Valoro mucho la defensa de las libertades que ha jugado RN en la política y su vocación democrática en los 90, con políticos como Andrés Allamand. De Evópoli valoro mucho la modernización cultural de la centroderecha que han provocado.

Los Manzur, Ortúzar y Herrera, ¿qué te parecen?
Me parecen gallos muy inteligentes que aportan mucho en la mirada social que debe tener la derecha. A veces son demasiado confrontacionales. Creo que las diversas almas deben convivir. La deliberación genera valor. Ellos aportan una mirada distinta, pero también Libertad y Desarrollo la aporta.

O sea, en el actual mundo de la centroderecha, tú te sientes cómodo.
Le falta una mirada más liberal.

¿No la tiene Evópoli?
No. Voy a ser súper transparente: ser liberal no es sólo defender el matrimonio igualitario. Eso es un reduccionismo más de la elite que, como es tan conservadora, apenas parece alguien favor del matrimonio igualitario dicen “ah, éste es liberal”.

Y el Estado, ¿cómo participa en tu cabeza, teniendo en cuenta las perspicacias que despierta en ciertos sectores de la derecha?
No hay que tenerle tanto miedo a que el Estado esté. Pero ojo: lo público no es sólo lo estatal. Hay que tener soluciones públicas, que a veces pueden ejecutarlas privados, pero si no pueden, bueno, existe el Estado.

Eso fue muy propio de la Concertación de los noventa. Lagos lo encarnó.
Absolutamente.

Y después lo perdió Bachelet. 
Por eso yo me fui. La colaboración público-privada es parte del ADN de lo que viene. Segundo, sin miedo defender la justicia, la igualdad y el crecimiento. Que la igualdad no sea un anatema, pero la igualdad de esfuerzos. Puedes generar una buena simbiosis desde la centroderecha con el centro del reformismo que encarnó en su minuto la Concertación, que encarnó en su minuto Frei Montalva, que encarnó en su minuto incluso Jorge Alessandri. O sea, no caer solo en la resistencia. Lo discutí en su minuto con Pablo Longueira: la idea de resistir con el 1/3. Le celebré a Pepa Hoffman que dijera “oiga, nosotros vamos a ir adelante, tenemos una agenda de qué tipo de Constitución queremos, qué tipo de reformas queremos para el país, cómo mejoramos la justicia, pero también cómo aportamos al crecimiento”.

No a la idea del dique de contención.
Claro, la centroderecha se quedó pegada en ese rol de los noventa, que era más bien administrar y resistir. Eso se acabó. Hoy nos jugamos proyectos de sociedad y ante un proyecto que es evidente y que le tiene terror al mercado, que es el de la izquierda, hay que fijar posiciones. Mucha gente de derecha que yo nunca pensé que me apoyaría me dice “¿sabe qué? Usted me gusta, porque no tiene miedo de defender lo que cree”. No tengo problemas en tatuarme en la piel, defender a viva voz, la palabra crecimiento, aunque me maten en Twitter. Y así mismo no me da miedo decir que estoy a favor del matrimonio igualitario. 

¿Qué te parece el Frente Amplio?
Tuvieron un gran inicio, renovaron y trajeron savia nueva a una política vieja. El problema es que terminaron haciendo la misma política vieja con savia nueva. Se polarizaron cuando podrían ser parte de la renovación de la social democracia y hoy compiten con el PC por quién es más de izquierda. Esa polarización contribuye a la atomización de la izquierda y, por ende, a la ingobernabilidad del país. ¡No sabes lo difícil que era como ministro hablar con todas las múltiples fracciones y partidos para llegar a un acuerdo! Lo otro que no me gusta es el típico pecado de la izquierda chilena: esa idea de superioridad moral, bien pacata y conservadora.

Bien beata.
Es loco transformar la política en religión. Si tú eres de derecha, para ellos eres amoral o si pactas eres inmoral y, por lo tanto, un sujeto para destruir. Eso, que fue el pecado de la política de los sesenta, lo trajeron al presente: hay buenos y malos, hay Darth Vader y Jedi y, obvio, ellos son los Jedi. La política es un medio para mejorar la calidad de las personas y no un asunto de religión. Para la religión, la misa; para la discusión intelectual, los centros de estudios, y para la política, la resolución de los problemas cotidianos de las personas.

¿Boric o Jackson?
Boric.

¿Por?
Es más dialogante, se compra menos este discurso de la superioridad moral. Me ayudó en el proyecto de la infancia, por ejemplo. Giorgio y su lote se paran desde la posición “yo defiendo los santos principios y usted no, por lo tanto, no puedo conversar con usted”.

¿Qué opinas de Jadue?
No lo satanizo por ser comunista ni creo que ellos se comen las guaguas. En democracia tienen el legítimo derecho a gobernar. Para bien o para mal ha ejercido un liderazgo para la construcción de ese comunismo en Chile. Tengo diferencias totales y profundas con sus ideas, pero consignemos que se comió a los moderados, los fagocitó.

¿Llega al final?
Sí, él llega. Con él me enfrentaré en la presidencial.

¿Y Paula Narváez?
Chuta, me pasa… A ver: en tu programa en la radio (Mesa Central) Pato Fernández preguntó “quién es Sichel, no tiene partido”.

Dijo que eras un candidato de salón.
Me ninguneó. Me dio risa: no me conoce porque no pertenezco a su círculo social. Siempre he tratado de estar más en sintonía con la señora de Conchalí que con los Pato Fernández. ¿Por qué te digo esto cuando me preguntas por Paula Narváez? Está por verse si su candidatura es de salón o es de los ciudadanos. Tengo la mejor opinión de ella, pero creo que ella le gusta más a los partidos que al ciudadano de Conchalí. Y está por verse si representa algo para ese ciudadano. Aún no ha entrado a la cancha y, por ahora, es un fenómeno más de los medios de comunicación que masivo.

Jadue o Narváez: ¿la izquierda por cuál va?
Jadue ha entendido mucho mejor el problema de Conchalí que la política y la Paula es un fenómeno más de la política que de Conchalí. Igual está por verse. 

¿Y Pamela Jiles?
Tampoco la voy a satanizar. Me carga la caricatura que una parte de la elite ha hecho de ella. Posee una inteligencia comunicacional que logra que el chileno de Conchalí entienda lo que ella quiere interpretar, atributo que debería ser un estándar para toda la política. Todavía recuerdo cuando otro ministro me dijo con desprecio: “Ya, hice la cosa seria, ahora tú anda y dedícate a esta cosita de los matinales”.

¿Por qué Jiles debería ser un ejemplo para imitar?
Lo digo bien honestamente: ese desprecio a lo masivo, ese desprecio a lo popular que tenemos en la elite, debe cambiar. La política tiene mucho de masivo y popular, si no genera desafección.

¿Y el retiro del 10% es masivo y popular?
Bueno, ahí se transformó en una neoliberal de fuste: “Saque su plata para pagar sus deudas”. El otro día, en una discusión de liberales, decían “esto es lo más liberal que hemos visto: tome sus ahorros y gástelos”.

Axel Kayser quedó chico. 
Sí, pues. Entonces es raro, confunde. Y ahí uno descubre que ella trata de ser popular con ideas que no cuadran con su definición ideológica. 

Es ruda como adversaria.
No me gusta la política de los codazos y ella se ha parado mucho en contra de, haciendo su vida cotidiana en Twitter.

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