Dirección creativa: Gabriel Pardo Fotos: Pat Battellini Producción general: Picky Courtois Producción ejecutiva: Rosario García Torres Estilismo: Julieta López Acosta Pelo: Nacho López Fagalde
Maquillaje: SofÍa Rubinstein Locación: Hotel Four Season Buenos Aires






La cara de terror de Inés Rivero cuando Miranda Priestly ingresa al ascensor de Mid Publications parece tan real que el espectador no sabe si la modelo está haciendo de ella misma, si quien ingresa al elevador es la propia Anna Wintour y si ese edificio súper lujoso de Manhattan no es el mismo que alberga a Condé Nast, la editorial de moda y estilo de vida más importante del mundo. Aquella escena, la primera de The Devil Wears Prada, dejó helados y orgullosos a los argentinos fanáticos de la película. Inés Rivero, nuestra modelo cordobesa que en los 90 era protagonista de todas las portadas y pasarelas y musa inspiradora de diseñadores y fotógrafos, aparecía en pantalla grande junto a Meryl Streep marcando el tono de la historia más vengadora -y exitosa- del mundo de la moda. La mirada de fuego de Miranda Priestly sobre su víctima, que pide disculpas sólo por estar ahí para luego huir despavorida del ascensor, deja en claro que Miranda -o Anna, como prefieran-, es un verdadero diablo vestido a la moda. Pocos imaginaban que Inés Rivero, instalada en Miami luego de conquistar el mundo en su faceta de modelo internacional, seguía tan vigente y conectada con aquel ambiente, y mucho menos que se había convertido en una actriz capaz de intercambiar escenas con la gran Meryl Streep. Su papel fue corto, pero de alto impacto, y le permitió poner un pie nada menos que en Hollywood.
Pero esta no fue la primera vez que Inés nos hizo sentir orgullosos de tener a una argentina allí arriba. Antes, cuando comenzó a viajar a New York para protagonizar los desfiles, campañas y portadas más importantes del mundo, fue seleccionada por Victoria ́s Secret para convertirse en la primera argentina en participar en uno de sus emblemáticos desfiles. Otro punto para ella, que a los 13 años fue descubierta en Córdoba, su ciudad natal y al poco tiempo se instaló sola en Buenos Aires para comenzar a trabajar como modelo. Luego vino New York, París y hasta Tokio, donde deslumbró con su belleza y elegancia latina, esa mezcla de J. Lo con Coco Chanel (sí, ¿por qué no?) en una altura envidiable y un cuerpo escultural. Fue entonces que Inés se convirtió en una verdadera supermodelo, representó a su país en la final de Elite Model Look Miami y triunfó nada menos que en Japón. Luego se mudó a París, donde comenzó a trabajar con Karl Lagerfeld para Chloé. A partir de entonces, todos los grandes diseñadores comenzaron a contratarla. “Para mí fue muy difícil no estar nunca en casa”, dirá hoy en Buenos Aires, a donde regresa cada vez más seguido para encarar nuevos proyectos y visitar amigos. “Todo tiene su lado positivo y se trata de enfocarse en eso. Viajando conocí muchas partes del mundo y mucha gente interesante”, explica. Siendo una referente de estilo en América Latina, donde protagonizó varias portadas de las versiones en español de Vogue y Harper’s Bazaar, Inés se muestra impecable en cada una de sus apariciones públicas, siempre respetando la elegancia y el dress code que cada evento impone. Sin embargo, cuando se le pregunta sobre sus prendas favoritas, afirma sin dudar: “Un jean y una t-shirt”. Esa simpleza a la que aspira en su vestuario cotidiano refleja la sencillez de una mujer que supo estar en lo más alto del mundo fashion, pero jamás se mareó entre tanto divismo. “El mundo de la moda, como todas las otras industrias, evoluciona constantemente”, analiza. “Yo veo que ya no se tolera la mala actitud en la gente. No es bien visto que una modelo se comporte como una diva demandando cosas sin sentido”, dice, y aunque no da nombres muchos pensamos en los fabulosos desplantes de Naomi Campbell o las interminables noches de parranda de la inescrutable Kate Moss.
EL PRESENTE
Luego de dos resonados divorcios (uno con el artista francés Alexandre de Basseville y otro con el empresario cubano Jorge Mora, padre de su única hija), actualmente Inés disfruta de la vida familiar junto su heredera Maia. En sus ratos libres se dedica a jugar al polo, deporte que se convirtió en un hobby, mientras viaja cada vez con mayor frecuencia a Buenos Aires. “Intento generar razones para ir más seguido a mi país. La verdad es que desde que me fui a trabajar afuera, nunca me dediqué a crear algo en Argentina y este es el momento para hacerlo. Mi intención no es volver a trabajar de modelo full time. Hice algunas cosas pero más que nada notas personales. Tengo muchos proyectos y todos relacionados con la moda… Pienso seguir modelando en casos puntuales, como lo hice para los editoriales de Harper’s Bazaar y Hola!”, relata. El arte es también otro de sus intereses: estuvo involucrada con el PAMM Museum en Miami en el “Collectors Council”, función destinada a recaudar fondos para comprar arte para el museo, y actualmente, colabora con el BASS Museum de Miami.
Además, ejerce tareas netamente solidarias: desde que se mudó a Miami colabora con la iniciativa Techo, apoyando la lucha contra la pobreza en América Latina mediante la construcción de casas en Ecuador y Santo Domingo. Así, entre la solidaridad, el arte, la moda y algo de actuación con apariciones estelares en cine y televisión- Inés vive sus 40 años en diferentes ciudades, con diversos proyectos y una belleza que, a juzgar por las fotos que ilustran este editorial, permanece intacta.

