CONCEPCIÓN COCHRANE BLAQUIER ES LA JETSÉTICA DISEÑADORA ARGENTINO-BRASILEÑA, HIJA DE DOLORES BLAQUIER Y LAIR COCHRANE, CUYO ESTILO PERSONAL Y DESLENGUADA SINCERIDAD LA HAN TRANSFORMADO EN UNA PODEROSA MARCA DE MÉRITO PROPIO DEL OTRO LADO DE LA CORDILLERA.
Texto Richard Sharman Fotos Inés García Agradecimientos Hotel Alvear Palace
Son las 12:00 pm de un día viernes en la ciudad de Buenos Aires, que vestida de jacinto para recibir la primavera, nunca fue menos furiosa. Desde la suite presidencial del Hotel Alvear Palace se ven las copas de los jacarandá en flor por toda Recoleta mientras los porteños entran y salen de las heladerías y cafés seis pisos más abajo, como de costumbre.
La noche anterior se inauguró el Roof Bar Alvear en lo que alguna vez fue la terraza del Hotel y donde, hace 3 años, nuestra entrevistada fue la primera y última persona en usar el espacio para celebrar su cumpleaños #30, un regalo del nieto de los dueños del icónico hotel, Saúl Sacca, para su amiga. Mientras esperamos, uno de los anfitriones del Alvear nos advierte que cree haberla visto hasta tarde en el evento, por lo que eso podría explicar su atraso.
Excéntrica, estrafalaria, y de una vitalidad galopante, mientras esperamos su llegada el equipo de producción nos advierte entre cuchicheos acerca de sus looks, su ropa y sus horarios. Momentos más tarde anuncian su llegada desde el primer piso, señalando que efectivamente viene cargada: trae dos enormes maletas de vestidos y accesorios, muchos de su propia autoría. La antecede un ronco vozarrón de tonada porteña y el sonido de los tacos más altos que haya visto la humanidad. Se abre la puerta y entra a paso decidido saludando a todo el mundo como si nos conociera de siempre y esta fuese su casa. Anteojos oscuros, jeans negros rajados y camisa blanca: su tenida típica y sus colores favoritos. Su piel trae el bronceado de Mustique, de donde llegó hace un par de días, y por su sangre corren Brasil y Argentina con la misma fuerza. Eso sí, lo canchera lo trae por ambos lados; es una persona rítmica e histriónica que claramente sabe lo que quiere y cómo conseguirlo.
EL DESEMPAQUE
Concepción rápidamente se disculpa por la demora y comenzamos a desempacar su artillería. Cual Mary Poppins, sus maletas desenfundan decenas de vestidos de cola larga, chaquetas militares, pantalones vinílicos, sombreros de copa y platafórmicos zapatos de hasta 25 centímetros de alto los cuales, por cierto, no transa. “El único momento en que no uso zapatos altos, es para viajar”, confiesa con resignación. A propósito de viajes, el constante movimiento es algo que la caracteriza y que se ve plasmado en cada una de sus creaciones, tanto para su homónima marca propia, “By Concepción”, como para sus colaboraciones con importantes marcas internacionales. Desde Mónaco, donde es amiga de Pierre Casiraghi, a Grecia, donde es una más del clan Niarchos, y Nueva York, donde acaba de atender el matrimonio de su prima Nieves Zuberbühler con Julio Santo Domingo, la diseñadora porteña se mueve alrededor del mundo de fiesta en fiesta, coleccionando ropa única que suma a su eterna colección. Nos encontramos frente a una exótica mezcla latinoamericana de Iris Apfel y María Antonieta.
LOS JACARANDÁ ESTÁN A TOPE, ¿NO TE PARECE?
¿Buenos Aires te representa como ciudad?
Esta es mi casa, y en algún momento la elegí para instalarme y vivir. Tengo mucho de porteña, pero mi padre es brasileño, así que mi otra mitad está en Sao Paulo y Río, que me fascinan. Nací un lunes de carnaval, por lo que definitivamente soy una chica tropical, aunque me considero por sobre todo, una ciudadana del mundo. Eso sí, los jacarandá en Buenos Aires están a tope, ¿no te parece?
¿Lo que más te gusta es viajar?
Ríe, nos mira por sobre sus anteojos oscuros y dice: “Lo que a mí más me gusta, es pasarlo bien. Siento que nuestro paso por este mundo es tan efímero que intento hacer lo que me gusta y maximizar mi plenitud. Eso es algo re argentino: la “culpa cero”, no creo en el goce culposo. Siempre que pueda despertarme en la mañana y vivir en esplendor multisensorial, lo haré. Por eso viajo siempre que puedo, y tengo amigos en todos lados. Necesito movimiento para inspirarme.
Le preguntamos por la fiesta de anoche y confiesa que no fue. Le decimos que alguien dijo haberla visto, pero nos dice que se quedó preparando su ropa para la sesión. “Some things never change”, dice mirando sus maletas. “Crecí disfrazándome, metida entre baúles llenos de polillas, y voilá: mírenme un par de décadas más tarde. Soy capaz de pasarme horas frente al espejo disfrazándome para salir. Horas” reitera.
¿Dress to express or impress?
“BOTH”, responde sin titubear mirando al horizonte. “To express, sí, but if you impress, cuánto mejor”, agrega entre los anglicismos que tanto la caracterizan. “Para mí la moda es “lo que a uno le queda bien”. Cada cual tiene que estar cómodo cuando se mira al espejo, porque esa comodidad se transmite a quien te mira.
¿Provocación o complacencia?
Ninguno. No estoy pensando en el otro a la hora de vestirme, ni me importa mucho el efecto que mi ropa tenga sobre los demás. Si te gusta bien, si no… también. El goce de vestirme es mío.
¿Tu fijación por la moda, de dónde viene?
Probablemente de mi abuela. Somos una familia muy grande, de muchas mujeres. Mi madre Dolores tiene 7 hermanas, por cierto todas divinas. Mi abuela, Malena Nelson de Blaquier, quien está ad portas de los 100 años, siempre rompió esquemas y jamás le importó el qué dirán sino lo que ella sentía acerca de sí misma. Quedó viuda muy joven, y en vez de hacer el tradicional luto cerrado de no sé cuánto tiempo, rápidamente se emparejó con un tipo 20 años menor que ella, el mejor amigo de su hijo. Siempre marcó tendencias, y de seguro fue la primera it-girl de Argentina, antes que existiera el término. Mi abuelo, su marido, murió en el triángulo de las Bermudas; fue a Estados Unidos a comprar un avión, y a la vuelta desapareció. Es una historia muy trágica pero muy romántica: mi abuela se compró una casa en Nicaragua, desde donde se dedicó a buscarlo por más de un año.
Vienes de una familia muy importante en Argentina, con un legado muy fuerte a cuestas. ¿Has construido sobre ese legado, o te has alejado de él?
De todas maneras he construido sobre él. Creo que, sin quererlo, repito muchas cosas de mis antepasados, tanto lo bueno como lo malo. De todas formas agradezco mucho lo que me han dado y espero saber quedarme con lo bueno y aprender de lo malo.
Tu nombre, ¿te identifica?
Muchísimo. No tener personalidad con un nombre como Concepción, es imposible. Nunca hubo otra en el colegio ni en la universidad. Siempre fui la única, y eso inevitablemente te marca. Además es un nombre de importancia familiar. Le rinde tributo a la finca de mi familia materna, “La Concepción”, donde además fui concebida. Es un lugar muy importante para mi familia, y por ahí han pasado un sinfín de personajes incluyendo la Princesa Benedicta de Dinamarca, el Maharajá de Jaipur, los Kennedy, Henry Ford, Nelson Rockefeller y el Príncipe Felipe de Edimburgo, esposo de la Reina de Inglaterra.
¿Es cierto que tu abuela tuvo un romance con el Príncipe de Edimburgo?
Si acaso es cierto o no, sólo lo sabrán ellos. Es una de las muchas historias que guardará por siempre la finca.
Por parte de tu padre estás emparentada con el Almirante Lord Cochrane, quien lideró la independencia de Chile, Perú y Argentina junto a San Martín y O’Higgins.
Así es, ese es otro personaje fascinante de mis antepasados, un prócer de origen escocés que incluso está enterrado en Westminster Abbey. La suya es una historia que vale la pena leer, ¡qué vida!
Terminando maquillaje y pelo pasamos a la habitación, donde está desplegada una milésima parte de su clóset, que aun así ocupa la mayor parte del espacio. Concepción comienza su ritual de vestimenta, que no deja de recordarnos a Kirsten Dunst en María Antonieta de Sofía Coppola. Cada vestido que saca evidencia su talento como diseñadora y el estilo maximalista por el cual se ha hecho conocida en Argentina. Aquí no sólo hay aristocracia, sino también meritocracia.
“No soporto el minimalismo”, dice mientras se agrega un quinto cinturón a la cintura y le abrocha una rosa a su insigne galera de 1800, destartalada y quién sabe con cuántas historias a cuestas. “Necesito todos mis accesorios para irlos probando y viendo con qué me siento más cómoda. Es un arte basado en la intuición. Hay días que prefiero una cosa, otros que prefiero otra”.
Alrededor de 20 cinturones de cuero con tachas variadas, dos pares de pantalones de látex que compró en un “sex shop re cheto” en Nueva York, ocho sombreros de distintos estilos, un tocado ceremonial indio, una tiara dorada, una variedad de arneses y hasta una fusta trenzada, son todas parte de su kit de viaje. Cada postura toma su tiempo, y Concepción es estricta en respetarlo. “Soy fanática irremediable de la ropa. Viajo siempre con 5 maletas, las cuales me demoro una semana o más en armar, me da igual pagar el sobrepeso, lo vale. No tolero que me apuren o opinen sobre mi equipaje. Viajar liviano, simplemente no es lo mío. A la hora de comprar, no tengo la adrenalina con la marca o la etiqueta. Me fascinan los mercados, las ventas de garaje. Soy fanática de lo único, del regateo y del hallazgo”.
Además de su atelier de alta costura donde atiende pedidos del mundo entero, últimamente se ha dedicado a hacer colecciones cápsula para distintas marcas. “Hice Prüne, Converse, De la Ostia, Rueda y una marca de anteojos italianos. Espero prontamente estar haciendo cosas para Chile, me encantaría trabajar para marcas y tiendas departamentales del otro lado de la cordillera”.
Trabajaste también en televisión. ¿Qué te pareció eso?
Hice Lucky Ladies, que me divirtió mucho. También fui jurado de una especie de Argentina’s got Talent, que fue toda una experiencia. Me encanta la TV. La gente me preguntaba con horror por qué haría esto, pero para mí la vida se trata de las historias que uno recolecta. Digo que sí a todo, porque prefiero hacer las cosas y equivocarme a no hacerlas.
Se prepara para las primeras fotos, sellando el look con unos anteojos oscuros, sin los cuales se rehúsa a ser fotografiada. Mientras se ajusta la galera, habla de Daphne Guiness y los Rolling Stones como sus referentes estéticos, además de su manía por usar perfumes de hombre. “Me gusta oler a macho”, dice riendo. Da un par de aplausos y se declara lista para comenzar. Pese a que le pedimos no subir fotos a su cuenta de Instagram, fiel a su personaje desobedece y sube no uno sino cuatro previews a su cuenta, que en segundos se llenan de likes y comentarios, entre los cuales destaca uno particularmente acertado: ¡Diosa! ¡Nuestra Lady Gaga porteña!